Sara volvía a sentirse incómoda, pero solo sería un momento para recibir las disculpas de Yenis, así que decidió ir.
Vio que la puerta estaba abierta, así que entró con cautela. No se sentía nada cómoda, aunque no estuviera Julia. Entonces, Yenis fue hacia ella.
—¿Sara? ¿Qué haces aquí?
—¿Cómo que qué hago aquí? Leí tu mensaje y quise venir a escuchar lo que tuvieras que decirme... —de pronto, Julia apareció y fue a cerrar la puerta principal.
—J… ¡Julia! Pero… Yenis dijo que no…
—Ese mensaje lo escribí yo, no él. De verdad; primero Ana y ahora tú; no me podré quedar tranquila...
—¿Le has mandado un mensaje a Sara haciéndote pasar por mí? —preguntó Yenis.
—¿A… Ana? ¿La que desapareció? Julia… ¡¿tú le hiciste algo?! —quiso saber Sara, que se estaba empezando a asustar.
—La quité de en medio, igual que ahora hará Yenis contigo —el chico se sorprendió y no pudo quedarse callado.
—Julia, deberías respirar antes de hablar... —pero Julia prefirió ignorar ese comentario.
—¡Espera! Yo… ¡Yenis! O sea… Yo… ¡Julia, por favor! No sé qué pasa aquí, ¡pero te prometo que no le diré nada a nadie! Yo… Me iré a casa ahora y no hablaré con nadie…
—Oh sí, te aseguro que no volverás a hablar con nadie. Yenis.
—¿Estás loca? No puedes pretender que mate a la gente cuya presencia te molesta... Ana debería seguir aquí, con nosotros...
De pronto, Yenis empezó a sufrir un fuerte dolor. Cerró los ojos y se llevó las manos a la cabeza.
—¿Me llevas la contraria? —preguntó autoritariamente Julia.
—¡Yenis! ¿Estás bien? ¿Te sucede algo? —Sara se olvidó de su situación por un momento.
Julia ya estaba harta.
—¡Yenis! ¡Deja de hacerte el doliente y haz que se evapore!
Pero Yenis no escuchaba a ninguna de las dos. Todo le daba vueltas y empezó a escuchar voces dentro de su cabeza:
Ya verás como lo consigues
Yenis, estamos muy orgullosos de ti
¡Enséñame a usar tu elemento!
No pienso dejar que te vayas
Has llegado al nivel cuatro
Así no vas a poder vencerme, chico
Ese hombre no es de fiar…
¡Estás equivocada!
Las voces seguían sin cesar, pero ahora también empezó a arderle el cuerpo, literalmente. Comenzó por un suave humo que acabó degenerando en un aura de fuego rodeando su cuerpo. Pero Yenis no sentía dolor por el fuego, sino por su cabeza.
—Qué son… estos… ¿son mis recuerdos…? —tocó su colgante—. Este colgante… Qué es… Si me oís, decídmelo… —dijo, en un vano intento de que sus voces le respondieran.
—¡Yenis! —Sara estaba inquieta, pero no sabía qué podía hacer para ayudar.
Hasta que apareció Julia, que le tiró encima el cubo de agua que había ido a buscar a la cocina en medio de todo el revuelo. El fuego se apagó y el dolor de Yenis pareció remitir poco a poco. Julia le abrazó, y fue entonces cuando él y Sara se dieron cuenta de cómo estaba la cara de su compañera: mojada por las primeras lágrimas que ellos le habían visto.
—No tienes que recordar nada si eso te hace sufrir, ¿vale…? Yo… No puedo hacer nada por Ana, pero por favor, no quiero que me dejes… No puedo volver a estar sola…
—Julia… —Sara no daba crédito a lo que estaba escuchando.
Julia soltó a Yenis, y le costó mirar a Sara a la cara.
—Sara, yo… —Julia hizo su mejor esfuerzo. Quería disculparse con ella si le daba la oportunidad.
Pero entonces el dolor de Yenis volvió, solo que esta vez ningún aura de fuego envolvió su cuerpo. Aun así, algo no iba bien, no era solo el dolor de cabeza de antes. Yenis calló de rodillas.
«¡¿Por qué me pasa esto?! Este dolor de cabeza es insufrible… Y ni siquiera logro recordar nada en limpio…»
Sara no quería acobardarse más, así que se agachó para ponerse frente a él y acariciarle la mejilla.
Pero todo fue demasiado rápido: al sentir su tacto, el brazo de Yenis pareció moverse instintivamente hacia ella y de su mano salió una bola de fuego, similar a la que había matado a Ana. Le atravesó el estómago y su cuerpo comenzó a desaparecer.
—Yenis… Yo…
Pero sus siguientes palabras no fueron oídas, pues en apenas dos segundos el cuerpo de Sara se convirtió en cenizas.
Yenis se quedó inmóvil; no podía entender lo que acababa de suceder. Pero de pronto recordó a Julia, ¿dónde estaba?
Se levantó y, al darse la vuelta, obtuvo su respuesta: se encontraba de pie a unos pocos metros de distancia y con la mirada perdida.
—¿Julia…? ¿E-Estás…?
—Yenis… Lo siento… Pero me das miedo… —el chico se asustó; la situación se le había ido de las manos por completo— Yo… Lo siento; creí que podría utilizarte de criado y de juguete, pero esto… No sé lo que te ha pasado, pero es mejor que busques ayuda. Sé que todo esto ha sido por mi culpa, pero ¿y si te vuelves a descontrolar? No creo que pueda seguir soportando esto…
De pronto, alguien se materializó ante ellos, con sus ojos color turquesa.
—N… ¡¿Lara?! ¿Qué haces aquí? Es que… ¡¿eres como Yenis?! —pero Lara le ignoró por completo y se dirigió a su compañero.
—¿Dónde está, Yenis?
—¿De qué me hablas? ¿Y qué eres tú? Acaso… ¿tú también puedes controlar el fuego…? —ese comentario pareció haber despertado su interés.
—De acuerdo... Ya veo que sigues con muchas lagunas —dijo Lara con total tranquilidad— Pero ahora nos vamos.
Los tres pasaron a estar en un descampado enorme, muy lejos de la ciudad. Pero ni Julia ni Yenis se sentían perdidos; sabían perfectamente dónde estaban; era el sitio en el que se habían conocido.
—Lara… ¿quién eres en realidad? Si eres como Yenis, por favor, ayúdale. No sabes lo que nos ha pasado… Pero ha sido culpa mía…
—No sé de qué hablas, pero qué pesada eres. Más te vale no armar jaleo —dijo Lara, y de nuevo dirigió su mirada a Yenis—. Ahora dime, ¿dónde está?
—En serio, no sé de qué me hablas... Pero si me conoces, por favor, necesito ayuda…
Lara permanecía tranquila, al contrario que ellos dos y el cielo: había nubes y se escuchó el sonido de un trueno.
—No me va a quedar otra que devolverte la memoria ahora… —Yenis y Julia se sorprendieron al oír eso.
—¡¿Su memoria?! ¡¿Entonces tú sabes algo de él?!
Lara la miró fijamente. Estiró su brazo izquierdo y abrió su mano como si agarrara una pelota. De pronto alrededor de Julia se formó una esfera de agua que la envolvió por completo, elevándose un metro del suelo. La esfera solo tenía una capa externa para encerrarla, sin líquido por dentro, pero por más que Julia gritaba y la golpeaba, no podía salir. Lara seguía manteniendo el brazo izquierdo en alto apuntando a la esfera; parecía ser necesario para mantenerla. Por lo que rápidamente Yenis apareció junto a ella y se lo cogió con fuerza.
—Suéltala —le ordenó.
—Tsk. ¿Es que no te das cuenta de que es un estorbo? De verdad… ¿cómo la aguantas? ¿Tú la has visto bien?
—¡Me da igual lo que pienses o quién seas! Suelta a Julia ahora mismo...
Yenis le soltó el brazo y Lara lanzó la esfera contra el tronco de un árbol, deshaciéndose y quedando Julia inconsciente en el suelo.
—Al fin podremos hablar en paz. Yenis, ¿de verdad no recuerdas dónde lo escondiste? Todo sería más fácil si me lo dijeras. Cuando llegué a tu instituto ya vi que no lo tenías…
Yenis no sabía de qué estaba hablando, pero recordó el día que Lara llegó y le saludó. Prefirió darle la mano y se la cogió por más tiempo del habitual… ¿Un anillo?
—¿Buscas un anillo? —Lara sonrió.
—¡Bingo! Sabía que te acordarías. Venga, dámelo y volvamos a casa. Puedo abrir el portal para volver.
—De verdad, no sé de qué me hablas. Ni sé quién eres, así que déjate de anillos y dime si puedes ayudarme…
—Ayudarte… Creo que lo mejor que puedo hacer por ti ahora mismo es esto…
Creó un torbellino de agua que envolvió a Yenis por completo. Trató de teletransportarse fuera, pero no pudo. Enseguida entendió que la técnica de esta chica debía de ser capaz de anular una vía de escape tan sencilla. Pero, para su sorpresa, consiguió envolverse en llamas para que la prisión de agua acabase explotando. «Al contrario que los humanos corrientes, los usuarios de fuego podemos controlar tanto el nivel de oxígeno como la temperatura de nuestro cuerpo, y transformar nuestros nutrientes en el combustible apropiado para reunir los tres elementos que necesita el fuego para poder materializarse. Espera… ¿qué estoy diciendo? ¿Cómo sé yo todo esto?»
Yenis volvió al suelo, pero Lara no se sorprendió.
—Parece que no has olvidado tu elemento principal.
—¿Quién eres? —preguntó Yenis.
—¡Soy Lara! ¿En serio no te acuerdas de mí? Lo siento… Supongo que me excedí en aquel combate… Pero veo que sigues a salvo; bastará con que devuelvas el anillo. Y una vez de vuelta, te devolveremos tus recuerdos.
—No te conozco en absoluto y sigo sin saber de qué me hablas, pero si de verdad conoces alguna forma de que recupere la memoria, te agradecería que me ayudaras.
Lara no dejaba de mirar a Yenis con una expresión de lástima. Se le acababa de pasar por la cabeza que podía ser bueno luchar contra él un rato para ver hasta qué punto recuerda sus habilidades, pero no se arriesgaría de nuevo a hacerle tanto daño. Dio un suspiro y comenzó a caminar hacia él.
—De acuerdo.
Puso la mano derecha sobre su cabeza, empezando a brillar en tonalidades azules y verdes. Yenis cayó de rodillas y empezó a perder de vista todo lo que le rodeaba. Lo que iba a ver a continuación, aunque en el mundo real serían solo unos segundos, para él estaban a punto de ser varios minutos… Todo se convirtió en humo, hasta que empezó a originarse lo que parecía ser un aula de escuela con niños de diez años…