III - Rescate



… que desborda mi corazón…

Con esta última línea, Sara acabó despertando. Miró el reloj y vio que eran las diez y media de la noche; al final había dormido un buen rato; seguramente por haber trasnochado el día anterior repasando ejercicios para el examen. Se quitó los auriculares, los desconectó del móvil y la música se paró automáticamente. Se levantó y fue hacia la ventana. Lo único que se distinguía en el negro cielo eran las estrellas. Cenó algo y se sentó frente a su ordenador para intentar distraerse un poco.

Mientras tanto, unas calles más allá en dirección al instituto, Julia también se había ido a dormir y Yenis se encontraba en la cocina, leyendo el mismo libro de Huxley, con una taza de colacao al lado. Se la iba tomando con excesiva calma, ya que podía solucionar fácilmente el problema de que se le enfriara.

Ese sentimiento de incomodidad con el modelo de sociedad que le mostraba aquel libro le estaba empezando a dar dolores de cabeza. Puso el marcapáginas y lo cerró. Se sentía como si hubiera dado un montón de vueltas sobre sí mismo. Se llevó la mano a la cabeza y a continuación a su taza. Lo terminó y decidió irse al salón y tumbarse en el sofá.

Tocó su colgante…



—¿Se encuentra muy lejos?

—En el mundo de los humanos. Eso sí, con amnesia; por lo que su capacidad emocional está gravemente dañada; parece no tener casi sentimiento alguno. Debió ser por la batalla que disputó, pero sigo sin entender por qué lo haría...

—Está confundido, eso es todo. Convoca a la Guardia Real; les daré los detalles para que puedan ir a buscarle.

De pronto, una chica joven, de aspecto adolescente, entró en la estancia. Con una mirada decidida, se arrodilló ante el hombre de cuerpo fuerte, Víctor, y su subordinado de pelo canoso, Séfenir.

—¡No tienes ningún derecho a irrumpir en el castillo sin permiso!

Víctor fue hasta Séfenir y le puso una mano en el hombro, a la vez que le dedicaba una sonrisa afable.

—Levántate. Dime, ¿qué quieres? —Víctor estaba totalmente dispuesto a escuchar cualquier sugerencia. Y conocía bien a esa chica.

—Señor, no debéis consentirla de esa manera...

—Soy una nivel cuatro y su amiga de la infancia; si me dais los medios puedo ir tras él y convencerlo de que vuelva sin necesidad de violencia —la chica no mostraba el más mínimo ápice de duda en sus palabras.

—¿Sin necesidad de violencia? Pues no diste esa imagen la última vez —Séfenir ya tenía unos años y éstos le habían marcado; y no creía en absoluto que una chica tan joven pudiera conseguir nada.

—Esta vez es distinto. Habéis dicho que tiene amnesia, ¿no? Hay hechizos que devuelven los recuerdos ocultos, siempre que no hayan desaparecido por completo, y no creo que sea el caso. Puedo traerle de vuelta y que nos diga dónde lo ha escondido; estoy segura de que no se habrá separado de él.

Víctor continuaba allí de pie sin interrumpir la conversación. Pero Séfenir sí que volvió a responder:

—Precisamente eso es lo más preocupante. Esté donde esté, deberíamos haber detectado su poder, pero no hay ninguna señal. Y vengo de estar horas observándole; está claro que no lo lleva encima.

—Él es muy habilidoso; habrá encontrado alguna manera de ocultarlo. Si tan solo se me concediesen los medios, estoy segura de que…

Finalmente, Víctor levantó la mano para ordenar silencio.

—Séfenir, ¿es cierto que es de nivel cuatro? —el hombre frunció el ceño.

—Sí... Pero sigue siendo joven e inexperta, no sé si...

—Hay jóvenes y jóvenes, y lo de inexperta como tú dices estaría por ver —giró la cabeza para dirigirse a la chica—. ¿Estarías dispuesta a ir tú sola?



Sara se puso un chándal, cogió el móvil y los auriculares, y salió a correr sus seis kilómetros semanales, tres de ida y tres de vuelta. Ya casi había vuelto a casa cuando vio a alguien conocido cruzando la calle en sentido opuesto a ella, y tenía cogida a una chica de la mano. Su pelo castaño era inconfundible. Yenis y Julia habían salido a pasear aprovechando el cielo despejado que había. De pronto a Sara se le escapó el refresco de las manos, pero logró cogerlo a tiempo antes de que cayera al suelo, no sin hacer algunos malabares. Volvió su mirada hacia delante y continuó hasta su casa.

Yenis y Julia habían decidido pasar todo el día en un gran centro comercial que había cerca de la estación de autobuses. Al llegar comerían algo, luego mirarían las tiendas que hubiera y a media tarde irían al cine.



—¿Está seguro de que le irá bien estando sola?

Víctor observó en silencio como se cerraba un portal mágico que conectaba dos mundos, el suyo y la Tierra, un portal anaranjado y ovalado verticalmente.

—Muchos jóvenes tienen más potencial del que pensamos —respondió con una mirada decidida. El portal terminó de cerrarse.

Séfenir lanzó un suspiro.

—Todavía sigue pensando en cómo sería la vida con él, ¿no?

Víctor estuvo unos segundos en silencio.

—Habríamos pasado tiempo juntos, crecería sano y fuerte, iría a la academia como los demás, tendría amigos… Y algún día, cuando mi tiempo acabara, él me sucedería en el trono.

—Lo siento, no quería…

—Tranquilo… no importa.

Víctor volvió a su escritorio, pero, aunque se sentó, ya no tenía ganas de pensar en todo el papeleo que tenía delante.

boton_modo_oscuro